sábado, 6 de julio de 2013

Un nuevo desafío para la Unasur. Por Daniel Kersffeld


Daniel Kersffeld, docente investigador de la Escuela de Estudios Estratégicos y Seguridad del IAEN.

En estas horas, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) se apresta a vivir una verdadera prueba de fuego: conseguir que el respaldo al presidente boliviano, Evo Morales, trascienda lo discursivo para convertirse en hechos concretos. Frente a una situación novedosa e inesperada para toda la región, conviene señalar los siguientes puntos centrales:

-La simplificación ante todo: a Evo Morales se le impide aterrizar y sobrevolar el espacio aéreo de Francia, España, Italia y Portugal en la creencia de que en el avión presidencial de Bolivia viaje escondido el ex agente de la CIA Edward Snowden. ¿Cuáles son los motivos de esta sospecha? Principalmente, el asilo diplomático concedido por la República del Ecuador a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, y el intento del propio Snowden por conseguir que el gobierno de Rafael Correa también le otorgue a él condiciones de seguridad y un amparo efectivo. Así, no hubo ningún otro factor real que pudiera asociar a Morales con Snowden, más allá del pedido de asilo formulado por este a una veintena de países entre los que se encontraba Bolivia. Aun con las diferencias entre Assange y Snowden, en todo momento primó la creencia de que Bolivia procedería en un sentido similar al actuado por Ecuador, lo que también evidenció una generalización indebida y una asociación forzosa entre ambos casos.

El prejuicio contra un gobernante “diferente” se hizo presente de la peor manera...-La cultura de la sospecha: El racismo, tan arraigado en Europa, volvió a evidenciarse, esta vez, nada menos contra un gobernante identificado con las culturas originarias de Nuestra América, quien en todo momento dio muestras de independencia y autonomía respecto a los Estados europeos y, sobre todo, frente a los Estados Unidos. En este sentido, la medida tomada contra Morales no hace sino recordar la lógica del “ataque preventivo” instalada por la administración de George Bush (h) como pretexto para el inicio de la guerra contra Irak, y que luego sería aplicada como una norma común en el campo de la política exterior y, especialmente, en las relaciones entre las potencias centrales con los países que pudieran ser calificados como “sospechosos” de desafiar su autoridad y capacidad militar. El prejuicio contra un gobernante “diferente” se hizo presente de la peor manera, generando así profundas preguntas sobre el tan mentado multiculturalismo y cosmopolitismo de la Vieja Europa y, especialmente, sobre la suerte que deben vivir allí los emigrantes latinoamericanos cuando un presidente de nuestra región es sometido a semejante mal trato.


-Los “otros” imperialismos: en su primera declaración sobre este tema, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, planteó que Evo Morales había sido secuestrado por el imperialismo. Más allá de la certeza de la expresión, conviene tomar en cuenta la multiplicidad de “imperialismos” y la reaparición pública de la mentalidad (neo)colonial en un continente que, al menos en este aspecto puntual y para lo que tenía que ver con los intereses de nuestra región, había sido desplazado en las últimas décadas por los Estados Unidos. Cuatro países europeos con históricos lazos culturales con Sudamérica asumieron una postura regresiva en solidaridad con Washington y sin medir las consecuencias de sus acciones en torno al conjunto de naciones afectadas. Seguramente el problema suscitado no altere las relaciones comerciales de uno y otro lado del Atlántico, aunque varios gobernantes sudamericanos seguramente hoy serán más conscientes de hasta qué punto podrán considerar a los sus pares europeos como aliados tácticos o estratégicos en sus propias iniciativas y demandas. 


El desafío ahora apunta a generar opciones que vayan más allá de la sanción discursiva-La hermandad sudamericana: sin duda, uno de los triunfos de la Unasur fue haber generado, en un muy corto plazo, la creación de sólidos lazos de confianza entre sus gobernantes y una aceitada capacidad de respuesta frente a amenazas directas contra un determinado integrante del bloque o contra toda la región en su conjunto. En esta oportunidad, las muestras de respaldo y solidaridad del bloque sudamericano hacia Evo Morales fueron inmediatas. El desafío ahora apunta a generar opciones que vayan más allá de la sanción discursiva y que se conviertan en hechos concretos. En todo caso, es claro que lo sucedido no solo afecta a los países de la Unasur y que en términos políticos sería de gran importancia hacer extensivo cualquier reclamo a las naciones integrantes de la Celac e incluso, llevar el debate hacia el interior de la OEA, cuyo secretario general, Andrés Insulza, ya se ha solidarizado con Evo Morales.


En suma, estamos en presencia de un acontecimiento de suma gravedad que podría marcar un antes y un después no solo dentro del bloque sudamericano, al consolidar determinados vínculos y alianzas internas y al generar precedentes frente a similares casos futuros, sino también contribuyendo a rearticular las relaciones con la Unión Europea en un nuevo contexto signado por la búsqueda de acuerdos y consensos a partir del diálogo y, sobre todo, del respeto a las diferencias.

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